Capítulo 1: Catedral de sombras

Los monjes, pese a ser la primera vez que entraban en la catedral, no sentían miedo. La promesa de que grandes placeres les aguardarían en el templo les daba paso firme, siguiendo al hermano Carnought a quien nunca habían visto, pues su túnica le ensombrecía siempre el rostro, avanzaban lentamente. Al entrar a la catedral la vista de grandes vitrales, algunos dieron un paso atrás horrorizados por la crueldad que las imágenes representaban. Todos los vitrales estaban adornados con impactantes escenas del infierno: demonios arrastrando mártires por espadas de hierro, personas cayendo en calderas de lava hirvientes, bestias masticando hombres y mujeres con muecas espantosas colmaban horrorosamente el lugar. El hermano Carnought, rió macabramente y se paseó entre sus monjes, estos llevaban un cirio negro enorme y muy pesado, tanto que algunos apenas podían sostenerlo con ambas manos. Carnought se paró justo en medio de ellos y extendió los brazos, los monjes hicieron una exagerada reverencia y se formaron en circulo perfecto alrededor del hermano Carnought. Permanecieron algunos instantes así, entonando ininteligibles cánticos sombríos. De pronto el hermano Carnought alzó los brazo al cielo y de golpe los monjes cayeron al piso retorciéndose como criaturas. Algunos cruzaban las piernas, todos gemían y se arañaban la túnica. El hermano Carnought río estrepitosamente y bajó de súbito los brazos. Los monjes dejaron de retorcerse y comenzaron a suplicar desesperados -¡más, por piedad más! Se siente tan bien, ¡más por favor hermano!- El hermano Carnought descubrió su capota y dejó ver su rostro por ves primera. Era indescriptiblemente horrible, su aceitosa cara estaba toda cubierta de llagas rojas, sus infectados ojos no dejaban de segregar lagañas y pus, y sus labios completamente amoratados no disimulaban bien sus terribles dientes afilados de piraña. Carecía por completo de nariz, parecía que alguien se la arrancó de tajo, en su lugar se asomaban dos hoyuelos que vibraban como membranas con su trabajosa respiración. Esta espantosa visión causo asco en los monjes y en algunos pavor, pero no rompieron la formación, simplemente volvieron los ojos a otro lugar. Sin embargo, en esa espantosa catedral no había un lugar donde posar la vista: las terribles imágenes en los vitrales causaban terror y las paredes estaban decoradas con horribles gárgolas y demonios, una solemne alfombra roja de orillas doradas atravesaba el recinto y al final había una altar con un cristo exageradamente demacrado y con cara de angustioso sufrimiento, sus facciones eran sobrehumanas, ¡Infrahumanas! Sería la palabra correcta, un ser humano, aún el más vil, sería incapaz de deformar su rostro de forma tan vulgar y atroz. Los monjes sintieron de pronto que un espanto sobrenatural colmaba todo su ser, como si se enterasen que están condenados a muerte, no algo peor, a la condenación eterna. El hermano Carnought por fin abrió su pestilente hocico (más que boca) y dijó –¡Yo les prometí grandes placeres!, y puedo asegurarme sin miedo a que me equivoque, que las sensaciones que experimentaron fueron indescriptibles pese a que todos ustedes no son más que unos brutos estériles: prostitutas, asesinos, imbéciles, profanos, viles, creo que en nuestro pequeño grupo hay toda clase de vulgares criaturas- En efecto, uno a uno, los monjes se fueron quitando la capota y descubriendo el rostro, en aquel lugar había mujeres obesas y de rostro demacrado, hombres de mirada demencial, viejos sifílicos y de mala porte, y toda clase de personajes de los que uno desconfiaría tan solo con mirarlas. Al ver que sus monjes por fin revelaban su identidad el hermano Carnought sonrió macabramente y volvió a bufar: –Les aseguro que lo que han experimentado, vulgares criaturas, no fue sino una milésima parte de los placeres que les esperan si deciden continuar. Pero cada instante saldrá muy caro pues cada segundo que experimentan placer envilecerá aún más su alma. Tal ves piensen que por ser unos canallas ya no pueden caer más bajo, pero se equivocan, El los ama y les perdonaría fácilmente sus injurias, pero anden, acepten mi invitación y envilézcanse, así cada instante de su existencia, cada hebra de aire que respiren será una ofensa para El, jajaja me lo imagino llorará amargamente por ver a las estúpidas criaturas que tanto ama, y que llama hijos, envilecidos de tal forma. Si aceptan mi invitación ¡y vaya que sé, lo harán! Se condenaran ustedes mismos y El sufrirá aún más cuando el Gran Maestro los tenga en su poder- Los monjes se miraron horrorizados, parecía que quisiesen huir. La enorme puerta de la catedral se abrió estrepitosamente y el sol inundó súbitamente el recinto. El hermano Carnought se tapó la cara nuevamente y dijo –Esta es su última oportunidad para renunciar, si lo hacen no volverán a sentir esos placeres tan voluptuosos que experimentaron y no volverán a verme, ¡esta es una oportunidad que no pueden perderse!- Los monjes vacilaron, al parecer querían escapar pero no podían, una sensación de emoción los invadió revolviendo sus estómagos, era un indescriptible deseo por lo prohibido. Uno de ellos dio decidido un paso, pero de golpe se detuvo y lentamente regresó a su lugar. El hermano Carnought rió terriblemente, se diría de forma sobrenatural y la enorme puerta de la catedral se cerró violentamente. El ruidoso golpe sacudió los corazones de los monjes, que al poco comprendieron estaban perdidos. Se cubrieron la cara con la túnica, depositaron sus cirios frente a ellos e hicieron una reverencia, esta vez solo inclinando un poco la cabeza. Uno de ellos sacó de la bolsa una cerilla y encendió su cirio. Al hacerlo un helor recorrió el lugar, fue como un escalofrío, pero extrañamente del cirio no broto llama alguna, al contrario dio la sensación de que el cuarto se ensombrecía un poco. Los monjes inclinaron de nuevo la cabeza y comenzaron a sentir inmediatamente un ligero placer, casi imperceptible. El siguiente monje repitió la operación del primero y ocurrió nuevamente la sensación del escalofrío, de igual modo el cuarto se oscureció otro poco como si hubiese llegado el atardecer. Las figuras en los vitrales adquirieron un tono rojizo que las hacía parecer más reales y las distintas muecas y sonrisas de los demonios parecían acentuarse. A la par una extraña sensación de placer invadió a los monjes, el efecto fue tal que algunos gimieron acalladamente. El siguiente monje encendió su cirio: el cuarto se oscureció un poco, se sintió el escalofrío y algunos monjes cruzaron las piernas y se mordieron los labios -¡Es tan delicioso!- dijo uno, otro gritó –Enciendan otro, pronto ¡deseo sentir más!- y otro monje se apresuro a encender el suyo, pero su placer era tanto que su cerilla se le resbaló en un temblor. Se apresuró a recogerla y lo encendió rápidamente. De inmediato, el tremor helado, luego la sombra y finalmente el placer. Este fue tal que algunos monjes no resistieron y cayeron al suelo para retorcerse, la escena era grotesca: los monjes se arañaban la cara y gemían como cerdos, gritaban -¡Más, más, más!- hasta que uno de ellos pudo incorporarse y encender su cirio. El escalofrió era cada vez más helado las sombras avanzaban mucho más desproporcionadamente en cada ocasión y el placer era enorme, tanto que el cuerpo ya no lo resistía. Los monjes con ojos desorbitados se arrancaban a mordidas sus propios labios, a otros se les llenaba la boca de espuma y se convulsionaban grotescamente uno de ellos en medio de su brutal voluptuosidad miró al Cristo del altar y esa visión lo llenó de espanto, el Cristo parecía afligidísimo como si experimentara un tormento inimaginable; su rostro se contrajo terriblemente y de su frente escurrieron gruesas gotas de sangre, pero al monje esta visión lejos de conmoverle le causo más placer. Cuando el recinto estaba casi por completo en sombras, los monjes no podían más: vomitaban sangre, sus muecas demenciales deformaban sus quijadas, sus gemidos eran ya sobrenaturales y sus ojos se inflamaban tanto que los de algunos estallaba. El último monje había prendido su cirio y ya casi no se veía nada, a pesar de ello, las imágenes de los demonios eran escalofriantemente reales, con la poca luz que aún quedaba se apreciaban por completo y el último escalofrío no se fue, se quedó. El hermano Carnought rió cruelísimamente y se apresuro a encender su cirio. ¡Oscuridad total!, oscuridad sobrenatural, como la que no existe ni en el más recóndito lugar de la tierra. De pronto un grito aterrador colmó el recinto, un grito de indescriptible sufrimiento y luego el ruido de pesados golpes y finalmente la caída de un cuerpo. La espantosa escena se repitió tantas veces como monjes había. Finalmente se escucho el ruido de un cristal rompiéndose y una corriente de aire apago todos los cirios de golpe y la catedral se ilumino completamente, como si fuera medio día. Los cuerpos de los monjes estaban todos despedazados y regados por la Catedral, la escena era tan horrible que el hermano Carnought dio un paso hacía atrás horrorizado, pero golpeo un cuerpo que estaba detrás de él parado. El terror se apoderó por completo de su vejado espíritu y quiso huir, pero un terrible golpe le demolió el brazo derecho y lo arrojo al suelo –¡Criatura vil!, ¿Por cuánto tiempo has sido mi sirviente?-

6 comentarios:

Mireles dijo...

QUE BUENA ONDA QUE EMPIECES CON ESTE PROYECTO, DE ANTEMANO TE DIGO QUE TIENES TODO MI APOYO EN ESTO Y VOY A PASAR RESEÑAS Y DEMAS PARA PROMOVER TU PRIMER NOVELA (QUE POR CIERTO NO TIENE NOMBRE) SALUDOS MATADO

LA SUERTE ES PARA LOS TONTOS... POR LO TANTO TE DESEO EXITO

Anónimo dijo...

buena idea no te conosco pero revisare constantemente la pagina para seguir la historia ...... saludos
atte el gress

Anónimo dijo...

Jaja qué pinche dañado estas jajajaja pero rifa, metele más cochinadas a tu novela pa los que estamos igual de enfermos jaja, hechale ganas y ancioso por la siguiente parte de esa bizarración jajajaja

Gold Roger rey de los piratas jajajaja

Anónimo dijo...

Siempre cuentas con mi apoyo en todos tus proyectos aunque el giro de tu historia es muiy tenebroso para mis gustos. Adelante


Maggy

Anónimo dijo...

Hey Che, ya pude entrar a la pajina jaja, mmm vueno sabes k BOY a ceguir la contynuydad de tu ystoria, cigue ezcriviendo ok?. Zaves k soi tu fan #1, jeje
Tkm.

la ylez

Yasmin dijo...

Sencillamente... cautivador, es un relato oscuro que llenan tus ojos de incertidumbre pues al ir leyendo te quedas con ganas de mas, sigue asi.