Prefacio al Capítulo V:


Hemos dejado al hermano Carnought por unos capítulos para explicar los acontecimientos que sucedían en la Santa Cede, pero ahora es necesario retornar a su escalofriante historia. No es fácil dilucidar la naturaleza del mal; el hermano Carnought podría ser quizá el más pervertido de los seres humanos, pero ¿quién podría ser su amo?, así me lo ha preguntado una de mis queridas lectoras e incluso me ha asegurado que Dios mismo podría ser el amo de una criatura tan pervertida. Debo confesar que no lo había pensado así, pero como ya lo dice el evangelio según san Juan: “Nada puede venir a mí sin que esta sea antes la voluntad de mi padre”. Si el mal existe es porque esa la misma voluntad de Dios y visto de esa forma Dios es el amo absoluto de toda criatura buena y mala existentes tanto en espíritu como en carne. Además el mal no puede concebirse como lo contrario del mal; es más bien la ausencia del bien. Puede entenderse que una habitación esté iluminada por alguna lámpara, si apagamos esa lámpara lo lógico será que se suma en la oscuridad y esta oscuridad no es lo contrario a la luz; más bien es la ausencia de esta. Lo mismo ocurre con el bien y el mal, por tanto el mal es relativo. Como ya lo decía San Agustín: “ El mal es relativo, lo que existe verdaderamente siempre es el bien. Y si el mal es relativo y es falta de ser, no puede limitar a un Dios perfecto y bueno”. Así dejo de paso completamente aclarado el punto sobre quien es el amo absoluto del hermano Carnought; sin embargo en esta tierra tiene otro amo, un amo terrible.

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